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Niños jugando al fútbol

Los 43 de Ayotzinapa y el zurdito García, víctimas de la violencia en México

La desgracia de Iguala estuvo entrelazada desde el primer momento con el mundo del futbol

David “Zurdito” García, volante por izquierda de los Avispones de Chilpancingo, tenía 15 años en su último juego en el que derrotaron como visitantes al FC Iguala con marcador de 1-3. Después del cotejo, los integrantes del equipo abordaron el autobús que los llevaría de regreso a Chilpancingo en un completo clima de festejo después del contundente triunfo, mismo que se convirtió en desgracia cuando una ráfaga de disparos impactó el autobús de los Avispones y una bala se alojó en el pecho del joven David García muy cerca del corazón, sus compañeros de equipo sólo podían ver como se le iba la vida mientras se desangraba, al tiempo que se truncaba la carrera futbolística del “Zurdito”.

La desgracia de Iguala estuvo entrelazada desde el primer momento con el mundo del futbol, pues la muerte del “Zurdito” se contabiliza dentro de las 6 que acontecieron la fatídica noche del 26 de septiembre de 2014; el chófer del autobús de los Avispones fue otra de las víctimas mortales y 4 más formaban parte de la Escuela Normal Rural Raúl Isidro Burgos de la población de Ayotzinapa, en el municipio de Tixtla, Guerrero, México. Esa misma noche desaparecieron 43 estudiantes, de los que hasta la fecha no se tiene certeza de su paradero.

Históricamente en México las normales rurales se vinculan con el proyecto de Educación Socialista del Presidente Lázaro Cárdenas (1934-1940), el cual pretendía preparar profesores que llevaran la educación al pueblo, es decir, buscaba masificar la educación. Si bien, el proyecto de la educación popular se venía forjando desde los años 20 (s. XX) de la mano de José Vasconcelos, solo encontró en el periodo cardenista un verdadero apoyo, pues en esos seis años se fundaron un gran número de Normales Rurales alrededor del país, sin embargo después de dicho sexenio la mayoría de ellas perdieron casi toda la ayuda. Y una de las pocas sobrevivientes de aquellos años, es la Normal Rural de Ayotzinapa.

Desde entonces hasta la fecha, la Normal Rural Isidro Burgos, se ha destacado no solo por graduar a un gran número de maestros rurales, sino también por ser combativa, “semillero de guerrilleros” a decir de muchos, ya que entre sus filas de estudiantes han destacado Lucio Cabañas Barrientos, Genaro Vázquez Rojas y Othón Salazar, quienes desde distintos frentes iniciaron movimientos sociales que gradualmente fueron radicalizándose hasta llegar a la opción de las armas.

De esta manera, se pudiera hacer un recuento grande de hechos sediciosos perpetrados por parte de las diferentes generaciones de la Normal de Ayotzinapa, que a costa de remar contra corriente, se han empeñado en mantener y difundir un proyecto educativo que no está alineado a los cánones de la educación oficialista, y que a veces utiliza métodos criticados por los diferentes sectores sociales, pero que al final han mantenido en existencia dicha escuela.

Así entonces, existe una guerra de baja intensidad, no pública, pero conocida por todos, entre las fuerzas del Estado y los normalistas de Ayotzinapa, guerra que llegó a uno de sus puntos más álgidos el pasado 26 de septiembre, cuando la Policía Municipal de Iguala balaceó en dirección a los autobuses que horas antes habían sido abordados por los estudiantes para trasladarse a una marcha en la Ciudad de México, que conmemoraría la matanza de Tlatelolco de 1968.

Fue de esta manera y sin distinción a civiles inocentes, entre ellos jóvenes normalistas, que los elementos de seguridad rafaguearon las unidades. Y según la información que circula desde entonces, después de la balacera hubo una redada donde se capturó a 43 de los estudiantes, quienes más tarde fueron entregados a un supuesto grupo del crimen organizado, y hasta la fecha el gobierno mexicano ha sido incapaz de dar una versión creíble sobre el paradero de estos jóvenes.

Interior de un bus
Desgraciadamente varias personas murieron después de que el bus en el que viajaban fuera tiroteado | Getty Images

Tras estos lamentables sucesos, el pueblo mexicano se ha volcado a las calles bajo el clamor de Justicia, un movimiento de protestas que ha sido arropado por diferentes sectores sociales, pero que ha encontrado una importante directriz en los estudiantes de prácticamente todas las universidades de país, siendo el Zócalo de la Ciudad de México el foco de las marchas más nutridas, incluso hay quienes se atreven a decir que se respiran vientos de Revolución. Se antoja arriesgado afirmar lo anterior, pero en tanto el gobierno se muestra incapaz de llevar a buen término toda investigación sobre el caso, la paciencia se agota y ya hay dejos de radicalización en algunos grupos que exigen respuestas.

Si bien, el panorama futbolístico mexicano luce un tanto apático ante situaciones que impliquen cuestiones políticas, los aficionados se han encargado de que el caso Iguala también figure en las gradas de los estadios e incluso en los campos de juego. La Federación Mexicana de Futbol (FMF) asumió los gastos del funeral de David “Zurdito” García, el jugador de los Avispones de Chilpancingo, pero nunca emitió algún comunicado asumiendo alguna postura ante los hechos de violencia que aquejan al país.

El 12 de octubre se desarrolló en la ciudad de Querétaro el juego amistoso entre las selecciones de México y Panamá, ese día una aficionado invadió la cancha, no para pedir un autógrafo de alguna de las figuras del equipo mexicano, sino para protestar, ataviado con diferentes leyendas en sus prendas de vestir y con una sola exigencia: Justicia.

Mientras que los narradores de los diferentes canales que transmitían el partido no ahondaron en la situación, pues para ellos solo fue un espontáneo buscando sus cinco minutos de fama, y nadie mencionó nada sobre las leyendas que portaba dicho individuo, así como tampoco se ha hablado nada de las manifestaciones que en las gradas de los estadios exigen la aparición con vida de los 43 desaparecidos.

La FMF dentro de sus estatutos considera como una falta al reglamento desplegar cualquier tipo de manta, trapo o bandera y más aún, si alguno de estos elementos contiene mensajes de índole político o religioso, es por ello que ya varios clubes han sido multados debido a este tipo de expresiones, aunque esto no ha mermado el clamor de los aficionados.

También en el ámbito internacional las muestras de apoyo han sido numerosas, las plazas públicas o las puertas de las diferentes embajadas mexicanas  han servido como espacios para las exigencias de justicia en Argentina, Brasil, El Salvador, Paraguay, Dinamarca, Cuba, Catalunya, Italia, Estados Unidos, Francia e india, solo por mencionar algunos países. La población mundial ha alzado la voz de protesta exigiendo al Estado Mexicano la aparición con vida de los normalistas.

El pasado 12 de noviembre en Ámsterdam, durante el partido entre las selecciones de Holanda y México, la comunidad mexicana se pronunció a favor de la justicia agitando pañuelos color negro durante el Himno Nacional Mexicano y al minuto 43 de juego.
Por otro lado, en el gremio de los futbolistas mexicanos las voces de apoyo habían sido casi nulas, tal vez amedrentados por las reglamentaciones de la Federación, nadie se había atrevido a expresar alguna postura sobre el caso. El único que desde fechas posteriores a la desgracia emitió su voz de apoyo desde el viejo continente, fue Javier “Chicharito” Hernández, quien desde su cuenta personal de twitter se ha manifestado y unido a las jornadas globales por Ayotzinapa.

En la última jornada de la temporada regular del torneo mexicano, que se llevó a cabo el pasado fin de semana, un par de futbolistas vieron el escenario perfecto para que a través de un gesto discreto mostraran su apoyo por la situación que atraviesa el país; Marcelo Alatorre, de Leones Negros de la UdeG y Eduardo Herrera, del cuadro de los Pumas Universitarios, formaron con sus manos un cuatro y un tres después de marcar un gol respectivamente.

La situación actual de México es alarmante, mientras el gobierno mexicano sigue buscando a los estudiantes desaparecidos, salen a la luz decenas de fosas clandestinas con cadáveres, y aunque ninguno de ellos es de los normalistas, entonces cabe cuestionar ¿Quiénes son esos muertos? Tal situación nos da una idea de la verdadera gravedad del problema, pues mientras el presidente Peña Nieto, se muestra incapaz de resolver la situación y prefiere atender viajes internacionales de trabajo, los padres de los jóvenes desaparecidos buscan apoyo en policías comunitarias autónomas y algunos se pronuncian a favor de armarse, para tomar la justicia en sus propias manos.

Entre tanto, los medios de comunicación guardan silencio u omiten informar de manera eficaz, como el pasado 26 de septiembre cuando prefirieron notificar que el autobús de los Avispones de Chilpancingo había sido baleado por un ajuste de cuentas entre grupos de apostadores. Un autobús donde viajaban jovencitos de 15 años, que sueñan con ser futbolistas y llegar a ser famosos, como también lo soñaba el “Zurdito” García, quien esperaba darse a conocer como volante izquierdo de algún club importante y no por haber sido víctima de las balas criminales de la policía de Chilpancingo, una noche en que se debió festejar el triunfo del equipo en lugar de celebrar un funeral.