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Diego Godín defendiendo a Messi

El corazón colchonero no fue suficiente contra la realidad

Los rojiblancos perdieron frente al Barcelona por 1-2 en la ida de las semifinales de Copa

Dicen que los románticos europeos del siglo XIX, enamorados como estaban de España, evitaban viajar a la península. Preferían mantener la imagen idealizada que tenían de aquello que había al otro lado de los Pirineos en lugar de llevarse un chasco al conocer la España real y miserable que en realidad era. Dicen los románticos del Cholismo que este Atleti aún tiene algo de aquel que ganó una Liga y peleó dos Champions hasta el último momento. Es cierto, pero no siempre aparece.

Frente al Barça el Vicente Calderón se preparó para lo que era, una noche grande. El Atleti salió decidido, con ganas de plantar cara al Barça y llevar la eliminatoria allí donde más le convenía. De ahí que Simeone sacara a Carrasco de inicio buscando aprovechar su velocidad al contragolpe. La realidad fue tozuda y pronto se le vieron las costuras al Atleti. Solo hizo falta que Luis Suárez recogiera un balón, se diera la vuelta con la presión visual de Godín, lanzara un autopase para quitarse de encima a Savic y sacara un disparo cruzado para batir a Moyá. El Atleti tenía un plan, pero los mimbres no respondieron.

No lo hicieron, en parte, porque enfrente estaba el Barça de Messi, Neymar y Suárez. El tridente azulgrana se relamía cada vez que el balón le llegaba a uno de los tres. Se abrían, se juntaban, combinaban, disfrutaban con el balón y sin él. Porque la pelota era colchonera. Pero no el peligro. Tan solo un cabezazo de Godín que se fue alto sirvió para que constatar que Luis Enrique había alineado a Cillesen en lugar de Ter Stegen.

Entonces, a la media hora de juego, cuando parecía que ambos equipos habían asumido sus roles apareció Messi. Uno de los muchos balones que sacó el Barça en largo buscando a la MSN acabó, cuando parecía que se había pasado el peligro, en Messi. El argentino recordó que con él todo puede suceder. Se sacó un zurdazo que pegó en el palo antes de colarse en la meta de Moyá. El tanto noqueó al Atleti hasta que se fueron a los vestuarios.

Messi Suarez y Neymar celebrando un gol
Enfrente estaba el Barça de Messi, Neymar y Suárez | GTRES

En el segundo tiempo el Cholo metió a Torres y apeló al componente emocional. En el aniversario de la muerte de Luis Aragonés era lo que tocaba. Y pocos sitios como el Calderón donde el corazón lata tan fuerte y tan rápido. Tras el intermedio el Atleti salió a morder o morir en el intento. La hinchada colchonera empujaba. Primero Gabi, tras una buena combinación con Torres se plantó solo ante Cillesen, pero a última hora le robaron la cartera. Era un aviso. A la hora de partido Griezmann dio vida a los colchoneros con un gol de cabeza. Oh, la, lá, Antoine Griezmann. Pudo completar la alegría colchonera, pero Cillesen le sacó un disparo a bocajarro. No era el día.

El arreón colchonero dio un paso más con la entrada de Gaitán y Gameiro. Pero no encontró gol. Lo merecía. A los cambios reaccionó Luis Enrique con más cambios. Buscaba dominar la pelota, enfriar el Calderón. Pronto vio que el infierno no se enfría con agua fría. Pudo hacerlo Messi, si una falta perfectamente ejecutada no la hubiera salvado Moyá cuando ya se colaba por la escuadra. El susto no aplacó al Atleti que siguió a lo suyo.

El Calderón empujaba como solo lo hace quien tiene el corazón en la boca. Como solo lo hace una afición rendida a una fe, el Cholismo. Tras una primera mitad nefasta el Atleti de Simeone estaba de vuelta. Mereció empatar, pero no lo logró. Ni Torres, que dio la vida al equipo cuando salió. Ni Gaitán. Ni Griezmann que es pólvora. Ni Gameiro. El Atleti tuvo muchas, pero no pudo batir a Cillesen. Por si fuera poco el árbitro no ayudó. De Burgos Bengoetxea obvió dos penaltis que bien pudieron cambiar la eliminatoria. Como también pudo hacerlo el Atleti si hubiese salido desde el inicio como lo hizo en la segunda mitad. El equipo se va con la eliminatoria cuesta arriba, pero con el sentimiento de pertenencia por las nubes. Como aquellos románticos franceses que se atrevían a cruzar los Pirineos. Descubrían que su ideal no era tal. Pero no era peor.