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Estadio Vicente Calderón

Sentencia de muerte para el Vicente Calderón

Ha tardado 30 años en cumplirse, pero la sentencia de muerte para el estadio Vicente Calderón estuvo ahí desde el principio.

Resulta gracioso leer, treinta años después, el programa presentado por Jesús Gil y Gil, cuando en 1987 se convocaron elecciones, por última vez en la historia, quién nos lo iba a decir, en el Club Atlético de Madrid

Por ejemplo, dentro del plan de actuación, se afirma que no es posible en esos momentos que el Club se convierta en una Sociedad Anónima, porque no se puede pedir la participación del socio, por un lado, y por otro “ser administrados por once o veinte familias, convertidos en propietarios del Club, a sabiendas de que al desaparecer el auténtico vínculo del socio, el proyecto como empresa con ánimo de lucro, como toda S.A., fracasaría inmediatamente (…) a no ser que pretendan que los ingresos fuesen para los accionistas, y los gastos y los problemas para los socios”. Lo que entrecomillo es cita literal, os lo prometo.

Hecha esta tristemente cómica introducción, hago constar que no me estoy saliendo del tema, porque el concepto de Sociedad Anónima y el Estadio Vicente Calderón estaban entrelazados, en el “programa vinculante” de Gil y, más concretamente en un “Anexo” en el que utilizaba los ejemplos del Tottenham Hotspur y del Estadio de Wembley, como una especie de “tierra prometida” a la que acudir.

En el primer caso, Gil aludía al logro de haber conseguido recalificar los terrenos colindantes al estadio, desarrollar un proyecto inmobiliario y obtener así el patrimonio necesario para crear una S.A. y salir al Mercado. En el segundo, el ejemplo radicaba en la utilización del estadio para la celebración de todo tipo de espectáculos, bajo la gestión de una S.A., si bien se aclara que “serían los socios los que elegirían si nuestro Club transforma en Sociedad Anónima o no”.

Dentro de esta flagrante contradicción, entre el rechazo frontal al Club convertido en S.A., y la defensa de dos maravillosísimos ejemplos del fútbol británico, gestionados ya entonces por sendas sociedades, nuestro Estadio figura, en el programa, como “un lugar de encuentro” que había que crear en sus bajos, con un restaurante, salas de juegos, de reuniones y abierto para todos los socios, incluyendo la sala de trofeos.

Esas eran las promesas vinculantes. Y a continuación, por un puñado de votos de diferencia, que le dieron la victoria a Gil frente al Sr. Sánchez de León, llegó la realidad.

Siendo justos, y sobre todo rigurosos con los hechos, fue cierto que los tan mencionados bajos del Calderón pasaron a ser utilizados de una forma más razonable que hasta entonces, que incluso se reformó el Estadio y se abrieron locales comerciales, restaurante, tiendas, más tarde el museo… Y que, durante algún tiempo, nada hacía presagiar que eran otros los planes que se iban desarrollando; hasta que un día, concretamente el 14/4/89, cuando aún no se habían cumplido dos años desde su llegada a la presidencia, El País publicó una noticia con un impactante titular: “Jesús Gil pide a la Comunidad que le haga una oferta por el Estadio Calderón”.

Homenaje al estadio Vicente Calderón
Se organizó un evento de homenaje en el Vicente Calderón antes de despedirlo | Europapress

Adentrarse en esa noticia, requiere mencionar a Joaquín Leguina, presidente socialista de la Comunidad de Madrid entre los años 1983 y 1995, quien por aquellos entonces andaba empeñado en la construcción de un Estadio de atletismo, en el barrio de Canillejas, con capacidad para 70.000 espectadores; faraónico proyecto que se iría recortando año tras año, para acabar convertido en el simulacro de estadio que conocimos como “La Peineta”, inaugurado el 6/9/94.

No aguantó hasta dicha inauguración el director general de Deportes de la CAM, Fernando de Andrés Pérez, quien ocupaba el cargo desde 1983, pero dimitió en 1990, no sin antes comenzar a firmar la Sentencia de muerte para el Estadio Vicente Calderón, en su palco y entre canapés, durante la disputa de un Atleti-Barça en el día de año nuevo de 1989, cuando comentó con Jesús Gil la posibilidad de ampliar el proyecto de La Peineta para que, en el futuro, pudiera ser utilizado por el Atleti. No era Gil y Gil muy de hacerse rogar, en estas cosas, y por eso se publicó esa noticia en El País, unos meses después. Quedó plantada la semilla.

Y si la administración socialista de la CAM le dio la idea, el Gobierno español, también del PSOE, le allanó el camino legal para recuperar las ideas que había dejado en el aire, en su programa presidencial, en el que, como digo, los conceptos S.A. y Estadio Vicente Calderón estaban entrelazados y, solo un año después, se publicó la Ley 10/1990 de 15 de octubre, del Deporte, que creó la figura de la Sociedad Anónima Deportiva, un fracaso estrepitoso que desembocó en la conversión de todos los clubes profesionales en SAD, con las sangrantes cuatro excepciones ya conocidas entre las cuales no estuvo el Atleti, porque así lo quiso Gil, el 30 de junio de 1992. Las condiciones en que ello ocurrió, ya han sido glosadas en este mismo medio, por otros queridos compañeros.

Desde entonces, Gil y Gil (pagando un euro menos de lo que acaba de desembolsar el Santander para hacerse con el Popular) se convirtió en dueño absoluto de todo, Estadio incluido y, si en su programa él mismo había advertido de los peligros de que nuestro Club “fuese administrado por once o veinte familias”, tirar por la calle de en medio no le costó nada: bastaba con una sola familia, la suya.

Con la posibilidad real ya en la cabeza desde el 89, como hemos visto, y sin tener la obligación de rendir cuentas ante nadie desde el 92, era cuestión de encontrar la oportunidad, mientras La Peineta era abandonada a su suerte y se convertía en un monumento a la cultura del pelotazo deportivo y del derroche de recursos públicos, solo superado por La Cartuja sevillana.

Jesús Gil falleció en 2004, sin ver culminada su idea, que entre otras cosas le habría liberado del engorro de rendir eterna pleitesía a D. Vicente Calderón (ya había lanzado varios globos sonda para cambiar la denominación de nuestro estadio, felizmente sin éxito) y, con la más que justificada sensación de haber pasado de Guatemala a Guatepeor, como de hecho también sucedió en Marbella (si es malo el creador de una trama, no te digo nada cómo son sus continuadores), el Ayuntamiento de Madrid, beneficiario de la cesión de La Peineta por la CAM, ya controlada por el PP, se lanzó en brazos de Gil Marín y Cerezo para recuperar aquel viejo esbozo de Leguina, de quien el alcalde Ruiz Gallardón siempre fue admirador.

Primer plano de Jesús gil con un abanico
Jesús Gil falleció en 2004, sin ver culminada su idea | Europa Press

Con la doble excusa del Proyecto Madrid-Río y la intención de convertir Madrid en Villa Olímpica, el Ayuntamiento firmó con la SAD, y con Mahou, los ya famosos “Protocolo de Intenciones” de 30 de julio de 2007 y “Convenio Patrimonial” de 12 de diciembre de 2008, en los que se refleja el compromiso de llevar a cabo una modificación puntual del Plan General, al tiempo que se liga la recalificación al traslado del club Atlético de Madrid, S.A.D. al estadio de La Peineta, comprometiéndose el Ayuntamiento a incorporar en una futura modificación del Plan General las determinaciones urbanísticas precisas para la transmisión del estadio de la CAM al club Atlético de Madrid, S.A.D.

De ahí surgió el “Ámbito Mahou-Vicente Calderón”, una vez incorporados los terrenos anejos de la empresa cervecera. Los proyectos urbanísticos ya conocidos fueron creados para que cuadraran las cuentas, dado que ninguno de los firmantes tenía la intención de desembolsar un solo euro. La venta de las viviendas a desarrollar en los terrenos de la Mahou y del Calderón deberían financiar la reconstrucción de La Peineta. Ello obligó a proyectar la construcción de grandes rascacielos en la zona; una especie de Manhattan concentrado en la denominada “La Puerta del Sur”.

El problema es que dichos planes chocaban frontalmente con la Ley del Suelo de la Comunidad de Madrid, concretamente con el artículo que establecía la prohibición de edificar una altura superior a tres plantas más ático, que acababa de ser introducido, mediante la Ley 3/2007, que modificó la anterior Ley 9/2001.

Con la intención de defender la Legalidad y el Patrimonio del Club, se interpuso la Asociación Señales de Humo (me cabe el honor de haberles defendido profesionalmente) frente a las sucesivas aprobaciones, habiendo obtenido hasta cuatro sentencias estimatorias del Tribunal Superior de Justicia por las que ordenaron la nulidad. Ello ha desvirtuado completamente la operación, según estaba concebida, pero no ha frenado a los responsables de la SAD.

Durante todos estos años, la propiedad de la SAD prácticamente no ha tocado el Estadio Vicente Calderón, reduciendo su mantenimiento a la más mínima expresión y dejándolo morir lentamente sin reformarlo, con un nivel de limpieza tercermundista, tratando de crear una sensación de hastío e incomodidad que aumentase el deseo de cambio.

Inicialmente, las instituciones dejaron de impulsar el proyecto tras el triple fracaso de Madrid como candidata olímpica, pero finalmente cedieron a la presión de la SAD, colaborando con su criterio absolutista de no contar jamás con la opinión de los supuestos “beneficiarios”. Pese al cambio político, aunque Ahora Madrid celebrase los éxitos judiciales de Señales de Humo antes de llegar al Ayuntamiento, los de Manuela Carmena acabaron siendo entusiastas colaboradores una vez habían logrado la alcaldía.

Estaba en el programa de Gil, y no supimos verlo. El Tottenham, Wembley, las recalificaciones urbanísticas y las Sociedades que los controlaban, como ejemplos. Una Comunidad de Madrid que no sabe qué hacer con una obra faraónica e innecesaria. Una conversación en el palco, luego la oportunidad, la excusa del “sueño olímpico”, finalmente el miedo a indemnizaciones millonarias en caso de incumplimiento. Ha tardado 30 años en cumplirse, pero la sentencia de muerte para el estadio Vicente Calderón estuvo ahí desde el principio.